Verano es sinónimo de sol pero, ¿qué sabes proteger a tu hijos del sol? El sol es la estrella más próxima a nosotros. Es indispensable para la vida, para el crecimiento de los vegetales, los animales y los hombres; pero su radiación puede tener una incidencia nociva en el organismo, sobre todo en la piel.
La Tierra no recibe más que una pequeña parte de esta radiación ya que las diferentes capas de la atmósfera paran las radiaciones más nocivas para las personas. La capa de ozono, situada a 25km de altura en la estratosfera, constituye una barrera ecológica indispensable para la Tierra, ya que absorbe de manera muy eficaz los rayos gamma, los rayos X y los UVC.
La energía que llega a la Tierra está constituida por:
– Los rayos infrarrojos, responsables de la sensación de calor.
– Luz visible, se compone de los siete colores del arco iris (violeta, índigo, azul, verde, amarillo, naranja y rojo).
– Ultravioletas (UVA y UVB), invisibles al ojo humano y de energía superior a la luz visible.
Cada uno de estos componentes de la energía también es responsable de efectos nocivos, como la deshidratación o insolación (rayos infrarrojos), envejecimiento cutáneo (luz visible), cánceres cutáneos (rayos UVA) o quemaduras solares (rayos UVB).
Para poder proteger nuestra piel debemos conocer nuestro tipo de piel, ya que nos somos todos iguales ante el sol. Todo depende de nuestro fototipo, que viene definido por el color de la piel, el color del cabello, la tendencia a las quemaduras solares y la aptitud al bronceado. Estas particularidades están genéticamente programadas. Una vez conocemos nuestro fofotipo, ya podemos elegir la fotoprotección que mejor se adapta a nuestra sensibilidad natural al sol.
Pero también hay que tener en cuenta las condiciones de exposición solar. Además, en ocasiones la piel puede presentar una sensibilidad exacerbada al sol independientemente del fototipo, debido a que ha sufrido agresiones repetidas (climáticas, cosméticas, medicamentosas) o debido a que reacciona ante estímulos a los que una piel normal no reaccionaría (alergia) e incluso puede llegar a volverse intolerante al sol.
Contrariamente a lo que se pueda pensar, un cielo nublado deja pasar los rayos UVA y UVB del sol. Solamente detiene los rayos infrarrojos, por eso no sentimos sensación de calor pero podemos llegar a quemarnos. Asimismo, nos olvidamos a menudo que la luz visible y los rayos ultravioletas del sol pueden alcanzar la piel humana también indirectamente, al reflejarse sobre diversas superficies: sobre el agua un 20%, sobre la hierba un 10%, sobre la nieve un 85% y sobre la arena de un 15% a un 25%.
Recomendaciones básicas frente al sol y muy especialmente en los niños
1. No se debe exponer al sol a un niño menor de 3 años.
2. No exponerse al sol entre las 12h y las 16h.
3. No olvides proteger al niño con camiseta, sombrero y gafas, además de la protección solar.
4. Utiliza una protección adaptada al tipo de piel de los niños: resistente al agua, a la arena y con una alta tolerancia.
5. Aplica el protector solar 30 minutos antes de salir a la calle.
6. Vuelve a aplicar el producto solar cada 2 horas y después de cada baño.
7. Insiste sobre todo en espalda, rostro, nariz, orejas y nuca.
8. Protege al niño en todas sus actividades al sol.
9. Es necesario beber agua de forma regular, pues la radiación solar deshidrata el organismo.
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